Con la tortilla en mano he probado de todo y con todas. Ahí con mis abuelos y tías hemos forjado surcos de sueños. Despiertos y con arado de palo la vida, las bestias y las aves nos siguen porque hacia el Norte vamos. Compartiendo, buscando y sembrando un mudo inesperado: Un Aztlán mezclado con lenguas y colores claros, sin tinte de opresión y con amparo. Juntos, entonces, comamos el grano—maíz de tierra santa sin frontera.
© 2016 F. Javier Orozco